Las personas migrantes forzadas han vivido en su propia historia lo que significa la incertidumbre y el cambio no planeado, saben muy bien cómo se puede encontrar la esperanza en medio de las tragedias humanas. Ellas y ellos, aún en medio de la “sin salida”, han logrado imaginar lo extraordinario y ponerse en marcha en un camino de heroísmo que apuesta por la vida emergiendo desde su misma negación, la de los derechos humanos.
Las personas obligadas a huir pueden ser las maestras que nuestra humanidad necesita. Junto con ellas podemos lograr lo extraordinario: ser más humanidad, ser cada una y cada uno más humanos.
Las dinámicas de solidaridad que surgen en los momentos más complicados entre las comunidades migrantes y de las comunidades de acogida, dan cuenta de la enorme capacidad de tejer red y alianza; estrategias sin duda que apuntan a la construcción de puentes y al desplome de muros.